sábado, abril 26, 2008

Sábado

En la televisión todos ríen. No sé el nombre de la película pero es una mujer que recibió un transplante de corazón y lleva una cicatriz en el pecho que la avergüenza. Conoce un hombre (un arquitecto) del cual se enamora profundamente, para descubrir tiempo después, que se trata del marido viudo de la mujer que le donó el corazón. Ambos desconocen el meollo del asunto.

Cambio de canal: Unos presos hablan sobre lo que es estar preso. Hablan de sus madres, de su espera, su estoicismo. El ambiente es gris, tal vez usaron un filtro o los presos irradian su aura hacia la pantalla. Uno de ellos saldrá en libertad.

No he ido a clases, es profético decirlo, pues aún es muy temprano (como las 7:45 a.m.) y estoy a tiempo de ir a clases (9:00 a.m.), pero no iré. Tal vez yo también me sienta preso o necesite un transplante de corazón, uno que me de las fuerzas de aguantarme (de bancarme) el aburrimiento, el tedio, y la fingida seriedad de las clases. Mis compañeros, pienso, no tienen la culpa, pero me mirarán juzgándome por “faltón”. Desayuno leche con chocolate, galletitas, mantequilla y luego tomo té.

Por la tarde tengo un control de lectura, si logro darlo bien, la lucha por la libertad de la universidad no estará del todo perdida.

El preso de la televisión es liberado. Alguien habla de la libertad de la cárcel, las costumbres, la vida “afuera” en la calle. Su eterno retorno. Él llega a su casa donde escuchan la canción “Libre” de Nino Bravo, imagino, puesta a propósito.


- Si, mamá. Me fugué. Dije ya está, no aguanto más, me voy… agarré dos pibes más y nos fuimos.
- ¿Cómo?
- Nah mamá, me liberaron. Nunca más volveré a esa vida.
- Nunca más…


Nunca más.

Yo también quisiera ser libre.

Ninguna cicatriz que me avergüence.

Un corazón nuevo.

Por la tarde control de lectura.

Finales felices en la televisión.

Ningún muerto.

La pancita llena, he desayunado bien.