sábado, abril 03, 2010

No sé... La gorda

Este es un contrapunto. El Polux hizo la primera parte y su servidor la segunda. No sé si está bien...

No sé... La gorda

En verdad no era gorda, sólo algo negra. Así le decía su marido después de haber llegado de su viaje a Argentina, donde los maridos les dicen así a sus mujeres. Tampoco era negra, era morena, una morena que vivía algo triste.

Antes de Abel, no tenía a nadie. Siempre vivió sola desde la temprana muerte de su madre. Al principio lloraba en silencio, unos meses más tarde aún sollozaba en silencio a su espera.
Cuando tenía seis años ya no la recordaba.
Vivió con una de sus tías hasta que cumplió dieciocho, se fue a vivir donde no recordaba su nombre y volvió donde nunca quiso volver.
“Pasó hace mucho, no recuerdo donde”- dijo al mirarse reflejada en sus pensamientos, al verse joven y feliz; al poder sentir su fuerza y su desinterés por ganar algo que vaya a mantenerla firme.

- ¿Y me escuchas?
- Claro, eres parte de mi

Cada día quería caminar un poco menos, cada día quería ver un poco menos, cada día era menos.

Cada día quería caminar un poco menos, cada día quería ver un poco menos, cada día era menos. Siempre hay un fantasma en mi cabeza, reflejando lo profundo del horizonte. ¿Cómo es posible empezar a dormir? los días son cada vez más oscuros, y las noches más claras...





En el karaoke, a las tres de la mañana, la idea de ser “gorda” o taaan gorda o negra - mulata ya no tenía importancia. Los hombres la miraban como si fuera – ella – una animal en celo. Y lo era.

Pensó en el hijo perdido.

En las marcas de sus estrías y esos rollos que aún en la oscuridad y la ropa negra se le notaban - la avergonzaban – pero al menos sabían esconder su ansiedad por comenzar de nuevo.

Tener una second chance, pero… ¿Para qué?

Un caballero se le acerca. Los caballeros de hoy ya no son los de antes.

Antes de saludarla o quizás unos segundos después posa su mano en su pierna.

- ¿De donde eres linda? – le pregunta como si se tratara de una película.
- ¡Salí de acá carajo! – este pedido que a veces suele desencadenar en una sucesión de gritos y actos más agresivos, en este caso funcionó bien.


Sola, una vez más sola, pensó “que qué carajos” hacía en el mismo karaoke de siempre, sola, y la palabra la obligaba a pensar seriamente en acostarse con el próximo caballero devaluado.


Los tiempos felices se fueron, no volverán más no sea en forma de melancolía. Alegrando y oprimiendo el pecho. Pensar en otros amaneceres… pensar en Santa Cruz… pensar era morirse cada vez más, incendiar la noche para no ver nada.

De repente, el recuerdo de la tía, que era un recuerdo triste se volvió en su second chance, el caballero que acariciaba su pierna, se convirtió en su second chance...


Viajar, volver, encenderse uno, aprender inglés, irse, comprarse un encendedor, tener sexo, dormir y recordar a la tía sin dolor ni culpa… era, entre medio de los quejidos y el temblor de la cama futura, por fin… la libertad de cualquier remordimiento. Ser gorda y querer serlo.